“El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable. Bienaventurado el hombre que siempre teme a Dios”. Proverbios 28:9,14a.
¿Dios se agrada de todas las oraciones? No, definitivamente. Lo acabamos de leer. Por más increíble que nos parezca, hay oraciones “abominables”. Esta palabra en hebreo es toebá que significa “algo repugnante, asqueroso; una abominación como la idolatría”. Dios dice claramente que hay oraciones que le resultan aborrecibles.
¿Cuándo sucede esto? Cuando perseveramos en un pecado. El pecado es una barrera que se levanta entre Dios y nosotros. Por eso no podemos pedirle a Dios que nos bendiga mientras continuamos en pecado. Esa oración le resulta repugnante al Señor.
Dios dice en su Palabra que Él perdonará todo pecado confesado, no importa el tipo ni la cantidad, siempre hay perdón. “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (v.13). Si encubrimos nuestro pecado no vamos a prosperar. Antes de decir: “Señor bendíceme”, debemos decir: “Señor perdóname”.
Observa con atención este pasaje: “No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo” (Isaías 1:13-16). Los sacrificios, ofrendas, ayunos, oraciones, incluso las fiestas, son insoportables para Dios si no nos apartamos del pecado.
Recuerda la oración del fariseo y la del publicano (Lc. 18:9-14). El pecador fue justificado delante de Dios porque su oración expresaba arrepentimiento. En cambio, el fariseo, “oraba consigo mismo”. Dios no escucha oraciones hipócritas, aunque sean bien expresadas o políticamente correctas. Una oración es atendida por el Señor cuando caminamos en obediencia.
Dios oye las oraciones “de los justos”, es decir, de los que ya expresaron arrepentimiento y viven bajo la justicia de Cristo. Son los eternamente bendecidos por el Padre (Efesios 1:3). “Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones” (1 Pedro 3:12a).
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