El valor de un alma
También nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación. (Romanos 5:11).
Los que al fin salgan victoriosos, tendrán épocas de terrible perplejidad y prueba en su vida religiosa; el humano juzgará, pero no deben desechar su confianza en Cristo, pues es ésta una parte de su disciplina en la escuela de Jesús Cristo y es esencial a fin de que toda la escoria pueda ser eliminada.
El siervo de Dios debe soportar con fortaleza los ataques del enemigo, sus dolorosos vituperios, y debe vencer los obstáculos que Satanás coloque en su camino.
Satanás tratará de desanimar a los seguidores de Cristo para que no oren ni estudien las Escrituras, y arrojará su odiosa sombra a través del sendero, para ocultar a Jesús de la vista, para excluir la visión de su amor y las glorias de la heredad celestial.
Se deleita en hacer andar a los hijos de Dios vacilantes, temblorosos, apenados, bajo una duda continua.
Trata de hacer la senda tan triste como sea posible; pero si miráis hacia arriba, no hacia abajo a vuestras dificultades, no desmayaréis en el camino, veréis pronto a Jesús extendiendo su mano para ayudaros, y sólo tendréis que tenderle la vuestra con confianza sencilla, y dejar que os guíe.
A medida que cobréis confianza, cobraréis esperanza.
Jesús es la luz del mundo, y vosotros habéis de amoldar vuestra vida a la suya.
Hallaréis en Cristo fuerza para formar un carácter fuerte, simétrico, hermoso. Satanás no puede anular la luz que irradie de semejante carácter.
El Señor tiene un trabajo para cada uno de nosotros. No ha dispuesto él que seamos sostenidos por la influencia de la alabanza y el halago humanos; él da a entender que cada alma debe mantenerse con la fuerza del Señor. Dios nos ha dado su mejor don, su mismo Hijo unigénito, para elevarnos, ennoblecernos, y capacitarnos, invistiéndonos de su propia perfección de carácter para que tengamos un hogar en su reino. Jesús vino a nuestro mundo y vivió como él esperaba que sus seguidores vivieran.
Díos se propone que trabajemos, no de un modo desesperado, sino con poderosa fe y esperanza.
Al escudriñar las Escrituras y ser iluminados para contemplar la maravillosa condescendencia del Padre al dar a Jesús al mundo, a fin de que todos los que creen en él no perezcan, mas tengan vida eterna, deberíamos regocijarnos con gozo indecible y lleno de gloria.
Es el propósito de Dios que usemos para el adelanto de la verdad todo lo que pueda obtenerse mediante la educación.
La piedad vital, verdadera, debe irradiar de la vida y el carácter, para que la cruz de Cristo sea levantada ante el mundo y a la luz de la cruz sea revelado el valor del alma. Nuestras mentes deben abrirse para entender las Escrituras, a fin de que obtengamos poder espiritual alimentándonos del pan del cielo.
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