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Domingo de Ramos

 🌿🕯️ Primera Lectura

Lectura del libro de Isaías (50,4-7):

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios

Te alabamos Señor.


🌿🕯️ Salmo

Sal 21,8-9.17-18a.19-20.23-24

R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,

hacen visajes, menean la cabeza:

«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;

que lo libre, si tanto lo quiere.» R/.

Me acorrala una jauría de mastines,

me cerca una banda de malhechores;

me taladran las manos y los pies,

puedo contar mis huesos. R/.

Se reparten mi ropa,

echan a suertes mi túnica.

Pero tú, Señor, no te quedes lejos;

fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R/.


Contaré tu fama a mis hermanos,

en medio de la asamblea te alabaré.

Fieles del Señor, alabadlo;

linaje de Jacob, glorificadlo;

temedlo, linaje de Israel. R/.



🌿🕯️ Segunda Lectura

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses (2,6-11):

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios.

Te alabamos Señor.

🌿🕯️🕯️📖🕯️🕯️🌿



Domingo de Ramos(A) + Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 27, 1-2. 11-54

   Después de ser arrestado, todos los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo entregaron.  

   Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó: «¿Tú eres el rey de los judíos?». Él respondió: «Tú lo dices». Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo: «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?». Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y esto dejó muy admirado al gobernador.  

   En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno famoso, llamado Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido: «¿A quién quieren que ponga en libertad, a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?». Él sabía bien que lo habían entregado por envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho».  

   Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó: «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?». Ellos respondieron: «A Barrabás». Pilato continuó: «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?».  Todos respondieron: «¡Que sea crucificado!». Él insistió: «¿Qué mal ha hecho?». Pero ellos gritaban cada vez más fuerte: «¡Que sea crucificado!».   

   Al ver que no se llegaba a nada, sino que aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la multitud, diciendo: «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de ustedes». Y todo el pueblo respondió: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos». Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado. 

   Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a toda la guardia alrededor de él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza, pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo: «Salud, rey de los judíos». Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar. 

   Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. Él lo probó, pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus vestiduras y se las repartieron; y sentándose allí, se quedaron para custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Al mismo tiempo, fueron crucificados con él dos bandidos, uno a su derecha y el otro a su izquierda. 

   Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían: «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la cruz!». De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo: «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: "Yo soy Hijo de Dios"». También lo insultaban los ladrones crucificados con él. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: «Elí, Elí, lemá sabactani», que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: «Está llamando a Elías». En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían: «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo». Entonces Jesús, clamando otra vez con voz potente, entregó su espíritu. (Breve silencio) 

   Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo, la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron: «¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!». 

Palabra del Señor.

Te alabamos Señor.


 Comentario a Mateo 27, 1-2. 11-54:

   Parece mentira. Parece ser que es imposible que los hombres de ese tiempo hayan llegado a hacer tanto mal. Parece ser imposible que el mal llegue a tal extremo. «Todos respondieron: “¡Que sea crucificado!"». ¿Cómo es posible pasar de la aclamación, de la alegría por descubrir al Mesías, al que crees que te puede salvar, al que vino a darte amor, a tanta indiferencia, tanta maldad, tanta ingratitud, tanta cobardía? Y sí… el ser humano, tú y yo somos capaces de cualquier cosa, somos capaces de amar y de despreciar. Jesús lo sabía. A nosotros también nos puede pasar y nos pasa, no solo tenemos que mirar al pasado. 

   Este contraste se vive en la celebración de este Domingo de Ramos y de Pasión. Jesús subió a Jerusalén, dejó que lo aclamen, pero sabía perfectamente que unos días después, el viernes no quedaría nadie al pie de la cruz, excepto su Madre, Juan y algunas mujeres. Ramos y la Pasión, dos caras de la misma moneda, de nuestro propio corazón. Jesús es rey, pero también es víctima. Es rey pero de un modo totalmente distinto. A pocos hombres les gusta esta clase de reyes, por eso nadie va a verlo cuando está elevado en la cruz. Nos gustan a todos las buenas y nos cuestan muchísimo las malas. Nos cuesta jugarnos, nos sale fácil a veces lavarnos las manos. Le escapamos a las malas y además cuando vienen no sabemos cómo responder o respondemos mal. Jesús lo sabía. Jesús sabía que el único remedio al mal es responder con el amor, con la cruz, con el silencio, con el no bajarse jamás.  

   ¿Qué es responder con la cruz?, te podrías preguntar. Diría que en muchos casos es como hizo Jesús, no responder, él casi ni responde a las acusaciones. Es responder siempre con amor, la cruz es amor, no es otra cosa. La cruz no es grito, no es violencia, no es imposición, no es lo que únicamente pensamos nosotros. La cruz es dura, es costosa, pero es gloriosa, trae la resurrección. Da paz responder siempre con la cruz. Jesús lo sabía, por eso responde con amor desde la cruz. 

   Él «se anonadó», se hizo víctima injusta de la maldad, también para que hoy tú y yo respondamos con amor desde la cruz a tanta maldad que anda dando vuelta por ahí. ¡¡¡Ser bueno cuesta muchísimo!!! A muchos no le gusta que seamos buenos. No importa, acordémonos que la única respuesta siempre es la cruz. Jesús lo sabía, por eso eligió ese camino.  

   Así empezamos esta Semana Santa, caminando con Jesús hacia la cruz para poder resucitar. Que él nos dé la gracia de no «desaparecer» el Viernes Santo cuando todo se ponga difícil. 

   Que tengamos un buen domingo y la que bendición de Dios, que es Padre misericordioso, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nuestros corazones y permanezca para siempre.

 

Fuente: www.algodelevangelio.org 

algodelevangelio@gmail.com 

P. Rodrigo Aguilar

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