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Festividad del Bautismo del Señor.

PRIMERA LECTURA

Lectura del Libro del Profeta Isaías 42, 1-4. 6-7

Así dice el Señor: Este es mi siervo, a quien sostengo, mi elegido, en quien me complazco.

Lo he dotado de mi espíritu, para que lleve el derecho a las naciones. No gritará ni alzará la voz, ni se hará escuchar por las calles.

No romperá la caña ya quebrada, ni apagará la llama que aún vacila; proclamará el derecho con verdad.

No desfallecerá ni se quebrará, hasta que implante el derecho en la tierra, en las islas que esperan su enseñanza.

Yo, el Señor, te llamo con amor, te tengo asido por la mano, te formo y te convierto en alianza de un pueblo, en luz de las naciones; para que abras los ojos a los ciegos y saques a los presos de la cárcel, del calabozo a los que viven a oscuras.

Palabra de Dios

Te alabamos Señor 


Ó bien


Lectura del Libro de Isaías 40, 1-5. 9-11

Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice su Dios. Hablen al corazón de Jerusalén, anúncienle a gritos que se acabó su servidumbre, que su culpa ha sido perdonada; que ha recibido de mano del Señor doble castigo por sus extravíos. Una voz anuncia a gritos: «Preparen en el desierto un camino al Señor, allanen en la estepa una senda a nuestro Dios. Las vaguadas serán levantadas, montañas y colinas allanadas. Lo tortuoso será enderezado, lo escabroso será aplanado. Aparecerá la gloria del Señor, y todo ser vivo podrá ver que ha hablado la boca del Señor». Súbete a un monte encumbrado, tú que traes buenas nuevas a Sión. Alza luego con fuerza tu voz, tú que traes buenas nuevas a Jerusalén. Alza tu voz sin miedo, di a las ciudades de Judá: «Aquí tienen a su Dios. Aquí llega con fuerza el Señor Dios;  su brazo le proporciona poder.  Aquí llega acompañado de su salario, su recompensa le abre camino. Conduce a su rebaño como un pastor, lo va reuniendo con su brazo; lleva en su regazo a los corderos, va guiando a las que crían». 

Palabra de Dios

Te alabamos Señor 


SALMO RESPONSORIAL

Salmo 28,1b y 2. 3ac-4. 3b y 9c-10

R/. El Señor bendice a su pueblo con la paz.

¡Hijos de Dios, aclamen al Señor!

¡Aclamen el nombre glorioso del Señor!

¡Adoren al Señor en el esplendor del Templo! R/.

La voz del Señor domina las aguas,

el Señor domina las aguas caudalosas.

La voz del Señor es poderosa,

la voz del Señor es espléndida. R/.

El Dios de la gloria ha tornado.

En su Templo todo dice ¡gloria!

El Señor reina sobre el diluvio;

el Señor, rey eterno, está en su trono. R/.


Ó bien


Salmo 103, 1-2a. 2b-4. 24-25. 27-28. 29-30

R/. Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres!

¡Bendice, alma mía, al Señor!

Señor, Dios mío, qué grande eres;

de gloria y majestad te vistes.

Como un manto te envuelve la luz. R/.

Como un tapiz extiendes el cielo.

Alzas tus aposentos sobre las aguas,

haces de las nubes tu carroza,

en alas del viento caminas;

a los vientos haces mensajeros tuyos,

a las llamas ardientes, tus servidores. R/.

¡Qué abundantes son tus obras, Señor!

Con tu sabiduría las hiciste todas,

la tierra está llena de tus criaturas.

Aquí está el inmenso y ancho mar,

allí un sinfín de animales marinos,

seres pequeños y grandes;  R/.

Todos ellos te están esperando

para tener la comida a su tiempo.

Tú se la das y ellos la atrapan,

abres tu mano, los sacias de bienes. R/.

Pero si ocultas tu rostro se aterran,

si les quitas el aliento agonizan

y regresan al polvo.

Les envías tu aliento y los creas,

renuevas la faz de la tierra. R/.


SEGUNDA LECTURA

Lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles 10, 34-38

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: “Ahora comprendo con toda verdad que Dios no hace acepción de personas, sino que acepta al que le teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los hijos de Israel, anunciando la Buena Nueva de la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Ustedes conocen lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él”.

Palabra de Dios

Te alabamos Señor 


Ó bien


Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a Tito 2, 11-14; 3, 4-7

Querido hermano:

Se ha hecho, en efecto, visible la bondad de Dios, que trae la salvación a toda la humanidad, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a las pasiones desordenadas de este mundo, y a vivir desde ahora de una manera sobria, recta y fiel a Dios, mientras aguardamos el feliz cumplimiento de lo que estamos esperando: la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo. 

Fue él quien se entregó por nosotros a fin de liberarnos de toda maldad y de prepararse un pueblo limpio y elegido, totalmente entregado a la práctica del bien. 

Pero ahora se han hecho patentes la bondad y el amor que Dios, nuestro Salvador, tiene a los seres humanos. Él nos ha salvado no en virtud de nuestras buenas obras, sino por su misericordia; y lo ha hecho por medio del lavamiento que nos hace nacer de nuevo y por medio de la renovación del Espíritu Santo que Dios ha derramado sobre nosotros con abundancia a través de nuestro Salvador Jesucristo. 

Restablecidos así por la gracia de Dios en su amistad, hemos sido constituidos herederos con la esperanza de recibir la vida eterna. 

Palabra de Dios

Te alabamos Señor 


EVANGELIO

Lectura del Santo Evangelio Según San Lucas 3, 15-16.21-22

En aquel tiempo, como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos: “Yo los bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. El los bautizará con Espíritu Santo y fuego”. Y sucedió que, cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre Él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo, el amado; en ti me complazco”.

Palabra del Señor

Gloria a ti Señor Jesús 



Comentario al Evangelio 

Queridos hermanos, paz y bien.

Cada año tenemos un salto temporal en los relatos evangélicos. Del nacimiento de Jesús y la adoración de los Magos, a la presentación de Jesús, con treinta años aproximadamente, siendo bautizado por Juan el Bautista. ¿A qué se dedicó el Señor en esos años? Sólo nos queda la imaginación. Seguramente pasó tiempo preparándose para la tarea que le esperaba. Creciendo en sabiduría ante Dios y ante los hombres.

Y se dedicó a participar en la vida litúrgica de su pueblo. En la sinagoga oraba y se empapaba del espíritu de Dios. Eso le permitió conocer mejor a su Padre. Para ello, tenía los mismos medios de los que disponemos nosotros hoy. A su alcance estaba la Sagrada Escritura, la Palabra de Dios que le narraba la historia de un pueblo que se sentía elegido y salvado por ese Dios Yahvé, que siempre le había acompañado y protegido. Los Profetas le mostraron cómo Dios se había ido revelando a los hombres, los Jueces le permitieron entender cómo había que ser fiel al Señor en todo momento, etc. En la escuela de la Palabra aprendió a escuchar lo que Dios iba revelando, y a guardarlo en el corazón. Y, quizá, le surgió la pregunta: “¿qué tendré que hacer Yo?”

Al mismo tiempo, iba formándose como persona. Veía la naturaleza que tenía a su alrededor, cómo iba creciendo el trigo – a veces junto a otras malas hierbas – las nubes del cielo, cómo los pastores se ocupaban de los rebaños, alejando a los lobos si era necesario, las viñas y los viñadores, los pescadores en el lago, remendando sus redes, el árbol de la mostaza, y todas estas cosas le hablaban de Dios. Todo lo usó después para hablar de forma comprensible, a veces en parábolas, acerca del Reino.

Y, sobre todo, observaba a los hombres. Que, seguramente, tenían las mismas dudas y preguntas que podemos tener hoy. Incertidumbre ante el futuro, cansancio ante el exceso de normas y preceptos religiosos… Muchos marginados, por motivos rituales (leprosos, ciegos, enfermos…) o sociales (pastores, extranjeros, viudas, niños…) Su compasión ante el sufrimiento comenzó a crecer en ese corazón que se iba llenando cada vez más de Dios. ¿Qué hacer para aliviar estos problemas?

En esas debía de andar Jesús, cuando oyó acerca de un profeta contemporáneo que, además, era su primo. Hablaba de convertirse, de cambiar de actitud. De hacer las cosas de otra manera. Juan el Bautista había congregado a su alrededor a muchos de esos descontentos, que querían cambiar de vida. Y allá se fue Jesús, a ponerse en la cola de bautizandos, para acabar de descubrir qué quería su Padre de Él.

Y se produjo una nueva epifanía. Las palabras del profeta Isaías se hacen vida en Jesús. “Tú eres mi Hijo amado, el predilecto”. Comienza una nueva fase en la vida de Jesús. Sabiendo que su Padre está con Él, que le protege, empieza a hablar del Reino de Dios, que tiene como prioridad a los más débiles, a los pequeños. Lo hace confiando siempre. Por eso pasa tanto tiempo rezando, en la soledad de la noche, para superar sus dudas, para tomar las decisiones importantes, y aclarar qué quiere Dios de Él.

Sintiéndose querido, comienza a hablar del amor de Dios al hombre, a todo hombre, extendiendo la bendición de Dios, la curación de los enfermos, el perdón de los pecadores, la mano tendida a todos. Por eso la vida entera de Jesús es una total entrega al Reino. Porque es una tarea muy grande, que exige completa dedicación.

Y, desde luego, no es una empresa sencilla. A pesar de hablar de amor y perdón, existirá mucho rechazo, mucho sufrimiento hasta llegar a la muerte, y muerte de cruz. Por eso Dios Padre, en el Bautismo, le da su Espíritu. Eso le permite sentir la fuerza, el amor, la luz del mismo Dios. Así puede descubrir la voluntad divina, siempre desde el servicio, la humildad, la defensa de la justicia y el derecho. Actitudes a imitar.

Y lo que Cristo llevaba en el corazón, nos lo enseñó a todos. Porque nos reveló que el Padre refrenda las mismas palabras con cada uno de los que quieren ser sus discípulos. Cada vez que alguien se bautiza, esas palabras, “tú eres mi hijo amado, en quien me complazco”, se repiten. El Padre nos ofrece lo mismo, nos pide lo mismo, cuenta con nosotros para lo mismo. Hoy estamos celebrando que tú eres hijo, que eres amado por el Padre, y que necesita que tú seas su nuevo Jesús, y que te colma de Espíritu Santo para que puedas con todo, y que ahí tienes al mismo Jesús como referencia para tu vida: el Hijo que supo cumplir su voluntad.

Con Jesús, se ha cerrado definitivamente la época en que Dios ha sido pensado como un monarca severo, justiciero, intransigente. Él nos ha revelado el verdadero rostro de Dios, el Dios que sólo salva. Con su vida, ha proyectado también una luz reveladora sobre las imágenes portentosas usadas por el Bautista y los profetas, dándonos la clave de su lectura. Era verdad lo que éstos habían afirmado: Dios habría enviado su fuego sobre la tierra, pero no para destruir a sus hijos (aunque fueran malvados) sino para quemar, hacer desaparecer del corazón de cada uno toda forma de maldad.

Es cuestión de creérselo, de fiarse y de ponerse en marcha. El sacramento del Bautismo no es una ceremonia más o menos conmovedora y bonita, sino una declaración de intenciones entre el Padre y sus hijos. Y hoy la Palabra de Dios nos lanza una pregunta directísima: ¿Quieres ser mi hijo amado, como lo fue Jesús? Mucha gente está esperando al Mesías, preguntándose dónde está. ¿Qué vas a hacer?

Vuestro hermano en la fe,

Alejandro Carbajo, C.M.F.

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