PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Eclesiástico 3, 2-6. 12-14
El Señor ha dado más honor al padre que a los hijos
y ha confirmado la autoridad de la madre sobre ellos.
Quien respeta a su padre, verá perdonados sus pecados;
quien engrandece a la madre, acumula tesoros.
Al que trata con respeto a su padre,
sus propios hijos lo colmarán de alegría;
cuando rece, será escuchada su plegaria.
Quien respeta a su padre, tendrá larga vida;
el que obedece al Señor, reconfortará a su madre.
Cuida, hijo mío, de tu padre en su vejez
y no le causes tristeza mientras viva;
aunque le falle la mente, sé indulgente con él
y no lo desprecies, tú que rebosas vigor.
La limosna del padre, no caerá en saco roto:
servirá para obtener el perdón de tus pecados.
Palabra de Dios
Te alabamos Señor
Ó Bien
Lectura del Primer Libro de Samuel 1, 20-22. 24-28
En aquellos días, Ana concibió, dio a luz un hijo al que puso de nombre Samuel, explicando: «Al Señor se lo pedí». Al año siguiente subió el marido Elcaná con su familia a ofrecer al Señor el sacrificio anual y a cumplir su promesa, pero Ana no subió, excusándose a su marido:
— Cuando destete al niño, lo llevaré para presentarlo ante el Señor y para que se quede allí de por vida.
Entonces lo llevó al santuario del Señor en Siló, junto con un novillo, un saco de harina y un pellejo de vino. Sacrificaron el novillo y presentaron el niño a Elí.
Y Ana le dijo:
— Por favor, señor, escúchame. Yo soy la mujer que estuvo aquí, junto a ti, orando al Señor. Este es el niño que pedía y el Señor me ha concedido la petición que le hice. Ahora se lo entrego al Señor para que sea suyo de por vida.
Y adoraron allí al Señor.
Palabra de Dios
Te alabamos Señor
SALMO RESPONSORIAL
Salmo 127, 1bc-2. 3. 4-5
R/. Feliz quien venera al Señor, quien marcha por sus caminos.
Feliz quien venera al Señor,
quien marcha por sus caminos.
Comerás del trabajo de tus manos,
serás feliz y te irá bien. R/.
Será tu esposa como parra fecunda
en la intimidad de tu casa;
serán tus hijos como ramas de olivo
en torno a tu mesa. R/.
Así será bendecido
todo el que venera al Señor:
«Que el Señor te bendiga desde Sion,
que veas la dicha de Jerusalén
todos los días de tu vida. R/.
Ó Bien
Salmo 83, 2-3. 5-6. 9-10
R/. Felices quienes moran en tu casa, Señor.
¡Qué gratas son tus moradas,
oh Señor del universo!
Añoro y siento nostalgia
de los atrios del Señor;
mi corazón y mi cuerpo
cantan con gozo al Dios vivo. R/.
Felices quienes moran en tu casa
y te alaban sin cesar.
Feliz quien en ti encuentra su fuerza,
y peregrina de buen grado hacia ti. R/.
Señor, Dios del universo,
atiende mi oración,
¡escucha, Dios de Jacob!
Dios, escudo nuestro, mira,
contempla el rostro de tu ungido. R/.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses 3, 12-21
Hermanos:
Ustedes son elegidos de Dios; él los ha consagrado y les ha otorgado su amor. Sean, pues, profundamente compasivos, benignos, humildes, pacientes y comprensivos.
Sopórtense mutuamente y, así como el Señor los perdonó, perdónense también ustedes, cuando alguno tenga quejas contra otro.
Y, por encima de todo, practiquen el amor, que todo lo vuelve perfecto.
Que la paz de Cristo reine en sus vidas; a ella los ha llamado Dios para formar un solo cuerpo. Y sean agradecidos. Que el mensaje de Cristo los llene con toda su riqueza y sabiduría para que sean maestros y consejeros los unos de los otros, cantando a Dios salmos, himnos y canciones inspiradas con un corazón profundamente agradecido.
En fin, cuanto hagan o digan, háganlo todo en nombre de Jesús, el Señor, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Esposas, respeten la autoridad de sus maridos; tal es el deber como cristianas. Maridos, amen a sus esposas y nunca las traten con aspereza.
Ustedes, hijos, obedezcan a sus padres sin reservas, pues eso es lo que agrada al Señor. Por lo que toca a ustedes, padres, eduquen con tacto a sus hijos, para que no se desalienten.
Palabra de Dios
Te alabamos Señor
Ó Bien
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la Primera Carta del Apóstol San Juan 3, 1-2. 21-24
Queridos hermanos:
¡Miren qué amor tan inmenso el del Padre, que nos proclama y nos hace ser hijos suyos! Si el mundo nos ignora, es porque no conoce a Dios. Ahora, queridos, somos hijos de Dios, aunque todavía no se ha manifestado lo que hemos de ser. Pero sabemos que el día en que se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Pero si la conciencia no nos acusa, queridos, crece nuestra confianza en Dios y él nos concederá todo lo que le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos cuanto le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros conforme al precepto que él nos dio. Quien cumple sus mandamientos, permanece en Dios y Dios en él; así nos lo hace saber el Espíritu que nos dio.
Palabra de Dios
Te alabamos Señor
EVANGELIO
Lectura del Santo Evangelio Según San Lucas 2, 41-52
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén, a celebrar la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron juntos a la fiesta, como tenían por costumbre. Una vez terminada la fiesta, emprendieron el regreso. Pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo advirtieran. Pensando que iría mezclado entre la caravana, hicieron una jornada de camino y al término de ella comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Y como no lo encontraron, regresaron a Jerusalén para seguir buscándolo allí. Por fin, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Cuantos lo oían estaban asombrados de su inteligencia y de sus respuestas. Sus padres se quedaron atónitos al verlo; y su madre le dijo:
— Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados buscándote.
Jesús les contestó:
— ¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?
Pero ellos no comprendieron lo que les decía.
Después el niño regresó a Nazaret con sus padres y siguió sujeto a ellos. En cuanto a su madre, guardaba todas estas cosas en lo íntimo de su corazón. Y Jesús crecía, y con la edad aumentaban su sabiduría y el favor de que gozaba ante Dios y la gente.
Palabra del Señor
Gloria a ti Señor Jesús
COMENTARIO AL EVANGELIO DE HOY
29 DICIEMBRE
Comentario al Evangelio del Domingo 29 de Diciembre de 2024
Queridos hermanos, paz y bien.
La Liturgia de hoy nos invita a recordar que somos familia. La celebración nos sitúa en clave familiar. Es el día de la familia. Estamos todos invitados a renovar nuestro compromiso familiar, por un lado, y a reconocernos familia dentro de la Iglesia, de la comunidad cristiana, por otro. Somos familia, somos padres, somos hijos, somos hermanos, y la Palabra de Dios nos invita a vivir con intensidad todos los días, y no sólo en Navidad.
En la primera lectura encontramos la base de la relación familiar en el respeto a los padres. Sabemos que es un mandamiento del Decálogo, “Honrarás a tu padre y a tu madre”. Los israelitas empiezan a vivirlo así. Es su forma de expresar como va integrando la experiencia humana de la vida, y en este caso de la familia, desde su relación con Dios. No es mal recordatorio, en estos tiempos en que la familia parece estar “de capa caída”, con muchos problemas y cuando parece que no hay tiempo para ocuparnos de los mayores, en la mayoría de los casos.
Esta familia de sangre, San Pablo la prolonga en la comunidad cristiana. La Iglesia también es una familia. El fundamento lo pone Pablo en esa relación familiar de los cristianos con nuestro padre Dios, que nos hizo a todos hermanos en su Hijo Jesús. Para nosotros la palabra “hermano” adquiere un significado especial y profundo, porque nos hace familia. Nuestra mirada como familia se dirige a Jesús. Él es nuestro modelo y nuestro referente. Por eso San Pablo da recomendaciones a todos los miembros de la familia, padres e hijos, desde el respeto, la obediencia, la libertad, y fundamentalmente, desde el amor.
Y lo mismo nos sirve para la comunidad parroquial. En la comunidad hace falta sobrellevarse mutuamente, perdonarse, y que sea el amor el que nos una. En la comunidad ha de estar la palabra de Dios, para iluminar las situaciones que se van viviendo. En la comunidad hace falta alegría, canto, acción de gracias, gozo. Y todo esto lo aportamos los miembros de la comunidad. Cada uno de nosotros hace la comunidad y cada uno se enriquece de lo que los demás aportan.
Sin quererlo, la noche y el día de Navidad la mirada se había concentrado por completo en el niño. Pero ya entonces se nos recordaba cómo hay otras figuras en el «misterio», en el belén; se nos recordaba que había otras dos figuras en la realidad: María y José, los padres del niño. Hoy, pues, se nos invita a que ensanchemos algo más nuestra mirada, para que quepan esas otras dos figuras y veamos al niño formando parte de ese grupo más amplio de la Sagrada Familia, en la que tanto al padre como a la madre les corresponden unas funciones especiales para poder sacar adelante a esa criatura, para ayudar a crecer a esa brizna de humanidad que es el niño Jesús.
Por eso, si nos preguntamos por lo que puede ayudar a que la vida de familia no se deteriore, sino que se mantenga sana y mejore, podemos recoger estos tres mensajes.
Primero, una llamada al respeto, en especial a los mayores cuyas facultades están sensiblemente mermadas. Hemos de cultivarlo a pesar de: a pesar de las rarezas y de las manías que puedan tener, a pesar de los defectos más o menos acusados que tengan. Aprendamos a ver en ellos al mismo Mesías, a pesar de las limitaciones y defectos que tenían. No hagamos daño al Mesías que está presente, aunque encubierto, en los mayores o en los más débiles. Y añadamos el respeto a la piedad.
Segundo: cultivemos en las relaciones mutuas los sentimientos positivos y las actitudes positivas. La vida familiar ha de ser una escuela de los afectos. Procuremos tener un mundo afectivo rico en nuestra relación con los otros miembros de la familia. No nos volvamos indiferentes a ellos, no seamos inexpresivos. Cuidemos los detalles del saludo afectuoso, de la sonrisa, de la acogida cordial, de la preocupación discreta (y también del respeto al silencio de los otros), del regalo del servicio sencillo; cuidemos el gesto del perdón cuando nos han herido. Quien cultiva diariamente lo pequeño, también sabrá adoptar las actitudes adecuadas en lo grande, en lo importante. ¿Podemos conducirnos así? Sí podemos, aunque tengamos nuestros fallos. Hay una verdad que la experiencia pone ante nuestros ojos: quien se sabe perdonado, está más dispuesto al perdón; quien se sabe acogido, se muestra más pronto a acoger. Y así sucesivamente. Pues reparemos un poco en lo que Dios ha hecho con nosotros: cómo nos ha acogido entre sus hijos, cómo nos ha perdonado, cómo nos ha dado su paz.
Tercero: busquemos en todo la voluntad de Dios. José nos da un buen ejemplo de esa disposición interior, cuando secunda la inspiración interior y vela por la seguridad del niño y la madre. Quien busca la voluntad de Dios vive para más que para sí mismo, piensa en más que en sí mismo, cuida más que su propia persona.
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, C.M.F.
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