Toda la Verdad concuerda
No existen esos dioses de las gentes: no son más que ídolos. Fue el Señor quien hizo los cielos.
Majestad y gloria van delante de él, poder y esplendor llenan su santuario.
Adoren al Señor todas las familias de la tierra. Reconozcan su poder.
Den gloria a su santo nombre. Ofrézcanle sacrificios, entren en su templo. Póstrense ante él con vestidos sagrados.
(1 Crónicas 16: 26-29).
Hay personas que consideran haber realizado grandes descubrimientos admirables en el campo de la ciencia.
Citan las opiniones de eruditos como si los consideraran infalibles y enseñan las deducciones de la ciencia como si fueran verdades absolutas incontrovertibles; y la Palabra de Dios, que fue dada para servir de lámpara a los pies del viajero cansado, es considerada como una falsedad al ser juzgada por esas normas.
Las investigaciones científicas que los hombres han realizado han demostrado ser una trampa para ellos.
Han nublado sus mentes y los han transformado en escépticos.
Tienen una noción de poder, y en lugar de mirar hacia la Fuente de toda sabiduría, se felicitan por el conocimiento superficial que pueden haber obtenido.
Han exaltado su propia ego y sabiduría humana no celestial, en oposición a la sabiduría del grande y poderoso Dios, y se han atrevido a entrar en controversia con él Creador.
Dios ha permitido que una abundante luz fuera derramada sobre el mundo en forma de descubrimientos en los campos de la ciencia y del arte; pero cuando los que profesan ser hombres de ciencia hablan y escriben acerca de estos temas desde un punto de vista meramente humano, con toda seguridad llegarán a conclusiones equivocadas, aún así muchos médicos se encomiendan al Todo Poderoso antes de realizar una operación al ser humano.
Si las mentes más destacadas no se dejan guiar por la Palabra de Dios en sus investigaciones, quedarán perplejas en sus esfuerzos por averiguar la relación que existe entre la ciencia y la revelación.
El Creador y sus obras están más allá de su comprensión; y puesto que no lo pueden explicar a la luz de las leyes naturales, consideran que el relato bíblico no es muy digno de confianza.
Los que dudan acerca de la veracidad de los registros del Antiguo Testamento y del Nuevo, serán inducidos a dar un paso más y dudar de la existencia de Dios; entonces, habiéndose soltado de su ancla, quedan a la deriva para estrellarse contra las rocas de la infidelidad.
Moisés escribió bajo la dirección del Espíritu de Dios "YO SOY", y una teoría geológica correcta nunca hablará de descubrimientos que no puedan ser reconciliados con sus declaraciones. Una idea que sirve de tropiezo a muchos, es la que sostiene que Dios no creó la materia cuando llamó al mundo a la existencia; esta pretensión limita el poder del Santo de Israel, Ningún humano ni ciencia podrá con el Poder de Dios
*Muchos,* al darse cuenta de su incapacidad para medir al Creador y su obra mediante su propio conocimiento imperfecto de la ciencia, dudan de la existencia de Dios y le atribuyen a la naturaleza un poder infinito.
Estas personas han perdido la sencillez de la fe y, tanto en mente como en espíritu, están muy lejos de Dios.
Se debería poseer una fe bien establecida en la divinidad de la santa Palabra de Dios.
La Biblia no se debería probar según las ideas humanas de la ciencia, sino que la ciencia debería ponerse a prueba mediante esta norma inequívoca. Cuando la Biblia hace declaraciones relativas a ciertos hechos de la naturaleza, se puede comparar la ciencia con la palabra escrita, y una comprensión correcta de ambas siempre revelará que las dos están en armonía. Una no contradice a la otra. Todas las verdades, sea en la naturaleza o en la revelación, armonizan.
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