Los Cielos Declaran la Gloria de Dios
Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. (Salmos 19:1).
El Creador dió suficiente evidencia acerca de su poder ilimitado, de su capacidad y poder para establecer reinos y para destruirlos.
El sostiene el mundo y todo lo que existe arriba y abajo, con la palabra de su infinito poder.
El hizo la noche y ordenó las estrellas como el firmamento, y resplandecientes en el firmamento. Las llama a todas por su nombre.
Los cielos proclaman la gloria de Dios y el firmamento muestras la obra de sus manos, indicandonos a los seres humanos que este pequeño mundo no es sino un punto en la creación de Dios.
Los habitantes de los mundos no caídos observan con pena y reproche el orgullo humano de creer que todo los sabe y la auto-importancia de los hombres.
Los ricos y los encumbrados del planta no son los únicos que glorifican su yoismo.
Muchas personas que profesan honrar a Dios hablan acerca de su propia sabiduría y poder, de corregir sin ser maestros de Dios
Actúan como si Dios estuviera sujeto a ellos, como si él no pudiera realizar sus obras sin su ayuda.
Que los tales observen los cielos estrellados, y con admiración y reverencia estudien las obras maravillosas de Dios.
Que piensen en la sabiduría de que él da evidencia al mantener al vasto universo en un orden perfecto, y en la poca razón que tiene el ser humano de jactarse por sus propias realizaciones.
Todo lo que el hombre posee la vida, los medios de subsistencia, la felicidad y demás bendiciones innumerables que recibe día tras día proviene del Padre celestial.
El hombre es un deudor perpetuo por todo lo que reclama orgullosamente como suyo.
Dios concede sus preciosos dones para que sean usados en su servicio.
A él le pertenece cada partícula de la gloria del éxito humano.
Su sabiduría multifacética se revela en las obras humanas, y a él le pertenece la alabanza.
Y antes de mucho, las puertas del cielo se abrirán para recibirlos a los hijos de Dios, y de los labios del Rey de gloria resonará en sus oídos, como la música más dulce, la invitación: “¡Venid, benditos de mi Padre, poseed el reino destinado para vosotros desde la fundación del mundo!”
(Mateo 24:34)
Entonces los redimidos recibirán con gozo la bienvenida al hogar celestial que el Señor Jesús les está preparando como redimidos.
Allí su compañía no será la de los viles de la tierra, ni la de los mentirosos, idólatras, afemeniniaos impuros e incrédulos, sino la de los que hayan vencido a Satanás y por la gracia divina hayan adquirido un carácter perfecto.
Toda tendencia pecaminosa, toda imperfección que los aflige aquí, habrá sido quitada por la sangre de Cristo, y se les comunicará la excelencia y brillantez de su gloria, que excede con mucho a la del sol.
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