“Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito”. Hechos 15:14-15.
La Iglesia primitiva se reunió en Jerusalén para acordar que las personas que no eran judías, pero habían recibido a Cristo como Salvador, eran parte del pueblo de Dios en igualdad de condiciones que los judíos. Cuando escucharon el testimonio de Pedro, reconocieron que si el Espíritu Santo se había derramado en todos por igual, nadie podía hacer diferencia porque sería pecar contra Dios.
Jacobo, el hermano de Jesús, quien presidía esta asamblea, hizo un comentario maravilloso acerca del proceder de Pedro. Lo que había hecho el apóstol al llevar el mensaje de salvación a los gentiles “concordaba” con lo que decían las Sagradas Escrituras acerca de lo que estaba ocurriendo. La palabra concordar en griego es el vocablo “symfoneo”, de donde deriva nuestra palabra castellana “sinfonía” que significa “sonar juntamente, ser armonioso, unísono, concierto”.
Los hechos de Pedro estaban en armonía con lo que decía la Palabra de Dios, sus acciones no desafinaban con lo que decían las Escrituras. Pedro iba al ritmo de lo que Dios decía y su vida estaba respaldada incluso por los profetas de la antigüedad. ¡Qué poética manera de expresar la guía del Espíritu Santo sobre su vida!
Tú y yo tenemos al mismo Espíritu habitando en nuestro corazón desde el día que recibimos a Cristo como Salvador. Él es el Director que nos recuerda constantemente que todas nuestras acciones deben estar respaldadas con la Palabra de Dios. “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. (Juan 14:26).
Cada día tenemos la oportunidad de que nuestras vidas “suenen armónicamente” según lo que dice la Biblia. Primeramente, para nuestro público número uno: Dios. Cuando nuestras decisiones se ajustan a su voluntad, es música para sus oídos.
En segundo lugar, el público que nos rodea cotidianamente se da cuenta enseguida si “desafinamos” en nuestras palabras o en nuestra conducta. Hay que prestar atención. Muchos piensan que cantan muy bien hasta que otro los escucha… Debemos ajustar primero nuestra conducta al consejo de la Palabra de Dios, entonces los demás lo notarán también. “Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado… Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti”. (Salmo 51:2,13).
Necesitamos leer la Biblia. ¡Estudiemos la Partitura! Que la Palabra plantada en nuestra mente y corazón afine cada área de nuestra vida.
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