Lee Génesis 3:1 al 7. ¿Qué criterio utilizó Eva para decidir entre la Palabra de Dios y la de la serpiente?
Génesis 3 es uno de los ejemplos más claros de la psicología de la tentación. Dios había advertido a Adán y a Eva que, si comían del fruto prohibido, inexorablemente morirían (Gén. 2:16, 17). Al asumir la forma de una serpiente, Satanás utilizó varias estrategias retóricas para inducir a Eva al pecado.
En primer lugar, generalizó la prohibición específica de Dios. Le preguntó: “¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?” (Gén. 3:1, NVI). Eva contraargumentó que la prohibición se refería solo a ese árbol específico, porque si alguna vez comían de él o lo tocaban, morirían.
Entonces, Satanás contradijo la declaración de Dios. Afirmó categóricamente: “Ciertamente no morirán” (Gén. 3:4, RVA-2015).
Y finalmente, Satanás acusó a Dios de ocultarles deliberadamente a ella y a su esposo información esencial. El engañador argumentó: “Sino que sabe Dios que el día que comáis de él [el fruto prohibido], serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gén. 3:5).
La curiosidad de Eva la llevó al terreno encantado de Satanás. Allí se vio obligada a decidir entre permanecer fiel al mandato restrictivo de Dios o aceptar los seductores encantos de Satanás. Como dudó de la palabra expresa de Dios, utilizó sus propios sentidos, el método empírico, el de la observación personal, para decidir entre las dos declaraciones en conflicto.
En primer lugar, vio que, desde una perspectiva nutricional, “el árbol era bueno para comer”. En segundo lugar, desde un punto de vista estético, vio que “era agradable a los ojos”. En tercer lugar, a partir de un análisis lógico, el árbol era “codiciable para alcanzar la sabiduría”. Por lo tanto, en su mente, sin duda tenía buenas razones para hacer caso a las palabras de la serpiente y comer del árbol prohibido.
Desgraciadamente, esto es lo que hizo.
Algunos argumentan que todas las formas de conocimiento son válidas, siempre y cuando retengamos “lo bueno” (1 Tes. 5:21). Pero las trágicas experiencias de Adán y de Eva en el Jardín del Edén demuestran que el conocimiento en sí puede ser muy perjudicial. Hay algunas cosas que, de hecho, es mejor que no sepamos.
¿Qué nos enseña este relato sobre lo fácil que es racionalizar y justificar nuestras decisiones pecaminosas?
Hubo un tiempo en que la muerte no existía, ni estaba presente en el mundo. Para expresar este aspecto, Génesis 2:5 y 6 contiene la expresión “aún no”, que es corta pero extremadamente significativa. La muerte vino como resultado del distanciamiento de Dios y de llevar una vida autónoma e. independiente de él: “Polvo eres, y al polvo volverás” (Gén. 3:19).
Dios advirtió específicamente a la primera pareja que no desobedeciera su Palabra y que el resultado de la desobediencia terminaría en devastación y tragedia, a saber, la muerte (Gén. 2:17). Satanás contradijo a Dios, al afirmar: “Ciertamente no moriréis” (Gén. 3:4, LBLA). Fíjate que la serpiente sabía exactamente lo que Dios había dicho previamente a Adán en el Jardín del Edén y lo niega con las mismas palabras, hasta “ciertamente”, como en “ciertamente no moriréis”.
Por ende, se advierte al lector que nuestros primeros padres trataban con Satanás y no con un mero reptil, porque la serpiente habla y se opone a Dios directamente. Dios usó “ciertamente” y Satanás también lo enfatizó. Luego, el diablo respaldó su afirmación con dos mentiras engañosas: “Serán abiertos vuestros ojos”, es decir, obtendrán nuevos conocimientos especiales, se volverán sabios, y “Seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”, es decir, podrán decidir lo que es bueno y lo que es malo (Gén. 3:5). Satanás, experto en intrigas, presentó la desobediencia como una cuestión de libertad y beneficios.
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