Por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Romanos 5:2-5
Lo sé, lo sé, esta es la misma escritura que usé ayer. Hice eso porque cuando terminé ayer sentí que había dejado fuera una parte muy importante de mi testimonio que se relaciona con la razón de la esperanza en Dios. Cuando comencé, dije que la principal razón de los problemas en el mundo y particularmente en este país, son cosas como la corrupción, el peculado por sustracción, la violencia por las armas, las enfermedades incurables y la pobreza y la ignorancia (que conduce a la ira, el miedo y la polarización de las personas) es por no comprender la importancia de conocer la esperanza en Dios. Dije, en esencia, que cuando era niño, mi esperanza estaba en la capacidad de mi padre terrenal para arreglar las cosas en mi vida. Lo que omití, que es una imagen de dónde estamos hoy en este país, fue el hecho de que cuando fui adolecente y de joven, trabajando fuera de casa durante la escuela secundaria, puse mi esperanza en mi capacidad y mi deseo de complacerme y no en el carácter de mi padre (su integridad, honestidad, coraje, lealtad, fortaleza y otras virtudes importantes que promueven el buen comportamiento, que es la definición de la gloria de Dios). Arruiné mi vida hasta el punto de casi haber perdido todo lo que había logrado. No tenía nada más que vergüenza y decepción. Estaba evitando a mis hermanos y padre y ellos seguían amándome y nunca preguntaron qué me estaba pasando. (Tenían esa sensación paterna de que algo no estaba bien). Finalmente les confesé todo. Sin entrar en detalles aburridos, entendí el gran sacrificio que fue, tanto física como monetariamente, para mi papá. Mi esperanza en el carácter de mi papá había regresado, y debido a que él nos envió siempre a la Igleadia, de pronto entregué mi vida s Jesús y le recibí a Dios como mi Padre (Juan 1:12) y comencé a desarrollar esperanza en mi Padre celestial. Me doy cuenta de que no todos tienen ese tipo de ejemplo en sus vidas, pero todos pueden tener a Dios el Padre en sus vidas y si le confiesan sus pecados y su desesperanza, Él enviará a Su Ayudador y se interpondrá en su vida y restaurará o dará una nueva esperanza basada en Su carácter y no en el miedo, la preocupación y la ira. La esperanza de Dios es mayor que cualquier injusticia o tribulación que haya enfrentado en esta vida. Él está ahí más cerca de lo que imagina. (Isaias 55:6-7) Ahora llamele, Él le responderá.
Agradecimientos: Andaur, J.H. (2022)
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