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Un Dios sufriente

Podríamos irnos acostumbrando a que, mientras estemos aquí, en este mundo, vamos a sufrir. Como criaturas caídas, es nuestro destino. No hay nada en la Biblia que nos prometa algo diferente. Al contrario...

 

¿Qué aportan los siguientes versículos sobre el tema que nos ocupa? Hechos 14:22; Filipenses 1:29; 2 Timoteo 3:12.

 

No obstante, en medio de nuestro sufrimiento, debemos tener en cuenta dos cosas.

 

En primer lugar, Cristo, nuestro Señor, sufrió más que cualquiera de nosotros. En la Cruz, “llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores” (Isa. 53:4); lo que conocemos solo en el ámbito personal él lo sufrió en forma colectiva por todos nosotros. Aquel que no tenía pecado, “por nosotros [se] hizo pecado” (2 Cor. 5:21) y sufrió de una manera que nosotros, como criaturas pecadoras, no podríamos ni empezar a imaginar.

 

En segundo lugar, mientras sufrimos, debemos recordar los resultados del sufrimiento de Cristo; es decir, lo que se nos prometió gracias a lo que Cristo ha hecho por nosotros.

 

Lee Juan 10:28; Romanos 6:23; Tito 1:2; y 1 Juan 2:25. ¿Qué se nos promete?

 

Cualesquiera que sean nuestros sufrimientos aquí, gracias a Jesús, gracias a que él llevó sobre sí el castigo de nuestro pecado, gracias a la gran provisión del evangelio (que mediante la fe podemos ser perfectos en Jesús ahora mismo), tenemos la promesa de la vida eterna. La promesa es que, gracias a lo que Cristo ha hecho, gracias a la plenitud y la integridad de su vida y su sacrificio perfectos, nuestra existencia aquí, llena de dolor, decepciones y pérdidas, no es más que un instante, un destello, que llega y se va, en contraste con la eternidad que nos espera; una eternidad en un cielo nuevo y una Tierra Nueva, sin pecado, sufrimiento ni muerte. Y todo esto que se nos ha prometido y garantizado es únicamente gracias a Cristo y el crisol que padeció con el propósito de que un día, muy pronto, pueda ver “el fruto de la aflicción de su alma, y qued[e] satisfecho” (Isa. 53:11).

Toda su vida, Cristo había estado proclamando a un mundo caído las buenas nuevas de la misericordia y el amor perdonador del Padre. Su tema era la salvación aun del principal de los pecadores. Pero en estos momentos, sintiendo el terrible peso de la culpabilidad que lleva, no puede ver el rostro reconciliador del Padre. Al sentir el Salvador que de él se retraía el semblante divino en esta hora de suprema angustia, atravesó su corazón un pesar que nunca podrá comprender plenamente el hombre. Tan grande fue esa agonía que apenas le dejaba sentir el dolor físico...

Temía que el pecado fuese tan ofensivo para Dios que su separación resultase eterna. Sintió la angustia que el pecador sentirá cuando la misericordia no interceda más por la raza culpable. El sentido del pecado, que atraía la ira del Padre sobre él como substituto del hombre, fue lo que hizo tan amarga la copa que bebía el Hijo de Dios y quebró su corazón (El Deseado de todas las gentes, p. 701)

¿Cómo es el camino que nos lleva al cielo? ¿Es un camino lleno de conveniencias invitadoras? No, sino que es un sendero estrecho y aparentemente incómodo; es un camino donde hay conflictos, pruebas, tribulaciones y sufrimientos. Nuestro Capitán, Jesucristo, no nos ha ocultado nada concerniente a las batallas que debemos pelear. Despliega el mapa delante de nosotros y nos muestra el camino. Nos dice: "Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán". Lucas 13:24. "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella". Mateo 7:13. "En el mundo tendréis aflicción". Juan 16:33. El apóstol se hace eco de las palabras de Cristo: "Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios". Hechos 14:22. Bien, ¿es el aspecto desanimado el que debemos mantener delante de los ojos de la mente?...

Este es Jesús, la vida de toda gracia, la vida de toda promesa, la vida de todo rito y la vida de toda bendición. Jesús es la sustancia, la gloria, la fragancia y la vida misma. "El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". Juan 8:12. Por lo tanto, el camino real que se ha dado a los redimidos para que anden por él no constituye tinieblas desanimadoras. Si no fuera por Jesús, nuestro peregrinaje verdaderamente sería solitario y doloroso. Él dice: "No os dejaré huérfanos". Juan 14: 18. Por lo tanto reunamos todas las preciosas promesas. Repitámoslas durante el día y meditemos en ellas durante la noche, y estemos gozosos...

¿No es este en verdad un camino real por donde viajamos, establecido para que anden los redimidos del Señor? ¿Podría habérseles proporcionado una senda mejor? ¿Un camino mejor? iNo! iNo! Por lo tanto practiquemos la instrucción dada. Veamos a nuestro Salvador como nuestro refugio, como nuestro escudo en la mano derecha para defendernos de los dardos de Satanás (Mensajes selectos, t. 2, pp. 279, 280).

En la vida, te darás cuenta que hay un rol para cada persona que conoces.  Algunas se convertirán en una prueba.  Otros te usarán, unos te van a querer y otros te enseñaran.  Pero presta atención especial a quienes te ayudan y sacan lo mejor de ti y a quienes te aman más allá tús defectos, esa es la gente no común alrededor que Dios pone para bendecirte y recordarte que tú vida importa*.  Recuerda: Dios siempre tienes un ángel a tú cuidado, si lo quieres ver, lo encontrarás entre quienes té rodean.   

Disfruta este día en compañía de tu angel. Feliz  viernes 🧍‍♀️🧍🏾‍♂️👫

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