“Mira, respóndeme, oh Señor Dios mío; alumbra mis ojos… Mas yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación”. Salmo 13:3,5.
Hay muchas circunstancias que pueden empañar nuestra visión espiritual. Cuando pasamos por pruebas severas y no podemos ver la intervención de Dios; cuando somos tentados y no vemos que el enemigo es quien está detrás de la escena; cuando las tormentas de la vida nos ahogan y no vemos a Jesús caminando sobre esas circunstancias y llamándonos a caminar con Él, se nos “nubla la vista” espiritual.
David lo sabía muy bien. Más de una vez puso su mirada en las situaciones antes que en Dios, y por eso necesitó pedirle que alumbrara sus ojos.
La palabra hebrea para “alumbrar” es or que significa “aclarar, dar luz, encender, iluminar”. Cuando el salmista ora pidiendo una respuesta divina, también pide que el discernimiento del Espíritu invada su ser para poder ver con claridad desde la perspectiva de Dios.
Puede ser que nuestra vista física esté perfecta, pero en nuestro interior sentimos que algo no marcha bien. Necesitamos esa revelación de Dios sentado sobre su trono reinando, manifestando su autoridad sobre todas las cosas y viendo cómo se cumple su voluntad perfecta. Necesitamos una experiencia con el Oculista Divino.
David podía levantar sus ojos al cielo y clamar al que está reinando. Sabía con certeza que la solución a cualquier circunstancia difícil vendría de arriba. Por fe podía asegurar: “Mi corazón se alegrará en tu salvación”. ¡Aleluya! Ya podía ver la victoria.
¿Cómo está tu visión espiritual? ¿Ves las cosas desde la perspectiva de Dios? Es la manera en que tu alma encuentre descanso y seguridad. Mira a Jesús. Toma tiempo en su presencia para experimentarlo y cree que Él está interviniendo en tus circunstancias difíciles.
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