Puede ser difícil de entender, pero Jesús era Dios y también completamente humano. Por lo tanto, puede identificarse con las dificultades diarias de sus seguidores. Jesús sabe que los discípulos a los que dirige el Sermón de la Montaña tienen preocupaciones cotidianas: vestirse, alimentarse y tener casa. Él sabe que esas cosas tienden a crear preocupación, ansiedad y angustia. Jesús hace una declaración provocativa: «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33) RVR.
La justicia del Reino es una condición del corazón y comienza con la obtención de una perspectiva adecuada. Dios nos hizo y tiene nuestro mejor interés en el corazón. Él nos dio el don de hacer elecciones, el poder y el conocimiento para tomar buenas decisiones. Él nos dio una «puerta estrecha» a través de la cual podemos encontrar la realización de nuestro corazón. La ruta no es tan amplia, obvia y gratificante al instante como el pecado, y por eso no muchos la encuentran. Pero el mundo lo promete todo y no ofrece nada. Jesús nos pide que busquemos primero a Dios y nos promete que lo ganaremos todo a cambio. Si buscamos, encontraremos. Si llamamos, se nos abrirá la puerta de las oportunidades. Dios es nuestro Padre bueno y desea lo mejor para nosotros. Mantener nuestro enfoque en él es el único camino hacia la justicia. Por supuesto, si buscamos el Reino de Dios y su justicia como nuestra primera prioridad, esto ciertamente afectará nuestra perspectiva sobre las necesidades diarias de la vida. La preocupación por lo que no tenemos puede ser reemplazada por la gratitud de lo que tenemos. Vivir en el Reino es una forma de vida más productiva que buscar sólo lo que el mundo ofrece. El Sermón de la Montaña es más que una guía espiritual. Es un medio eminentemente práctico para satisfacer nuestros anhelos más profundos. Vivir con integridad, servir a los demás, dejar de lado las adicciones al placer y a la fama, todo ello nos lleva a tener una mayor capacidad para satisfacer nuestras necesidades diarias. Nuestro Padre del Cielo sabe lo que necesitamos. Jesús nos enseñó a confiar en El.
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