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II Novena a María Santísima de los Remedios


NOVENA A

MARÍA SANTÍSIMA

DE  LOS REMEDIOS


2º DIA DE NOVENA


  

PATRONA DE LA VILLA DE CÁRTAMA



Por la señal de la Santa Cruz, ...
(de nuestros enemigos
Líbranos, Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre y del hijo y del Espíritu Santo.
Amen)


ACTO DE CONTRICCIÓN



PRIMERA ORACIÓN


Para todos los días a Dios Nuestro Señor



Eterno Dios Todopoderoso, Señor del Cielo y de la Tierra, Suma bondad, uno en Esencia y Trino en Personas, que con la gracia y operación de tu Espíritu Divino, preparaste el cuerpo hermoso y el alma preciosísima de la gloriosa Virgen y María Santísima Señora Nuestra, para que mereciera hacerse digna habitación y celestial palacio de tu Hijo Unigénito en el mundo, llenándola, colmándola y enriqueciéndola en todos los instantes de su vida de indecibles gracias, dones y méritos, para que fuese trasladada en cuerpo y alma a los Cielos, y exaltada sobre los nueve Coros de las Jerarquías Angélicas, y colocada en la primera silla a la mano derecha del Rey de los Reyes y Señor de los que dominan, y desde esta altura viese y remediase nuestras necesidades: por aquella gloria que tuviste en este día, y experimentaron los Príncipes y Ciudadanos de tu Corte, te suplicamos, Señor, rogamos y pedimos, que por la intercesión piadosa de tan Divina Patrona y Abogada, seamos liebres de todos los males espirituales que nos rodean rituales y corporales que nos rodean, y de la eterna muerte que nos amenaza por nuestras culpas, dándonos un eficaz, estable y firme aborrecimiento de ellas, y un verdadero y puro amor de tu hermosura, para poder celebrar, alabar y bendecir dignamente la gloria de la Santísima Madre del Supremo Rey de la Gloria y Altísimo Señor de las virtudes, que contigo vive y reina verdadero Dios, en unidad del mismo Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. AMÉN.


Se reza tres veces el Ave María, después Gloria al Padre...
Ave María (3)
Gloria (1)
Dios te Salve, María, llena eres de Gracia.
El Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y Bendito es el fruto de tu vientre Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amen.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amen


Lectura del santo evangelio según san Juan (9,1.6-9.13-17.34-38):



En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo: «Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).»  Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban: «¿No es ése el que se sentaba a   pedir?» Unos decían: «El mismo.»  Otros decían: «No es él, pero se le parece.» Él respondía: «Soy yo.» llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.  Él les contestó: «Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.»  Algunos de los fariseos comentaban: «Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.»  Otros replicaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?»  Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?»  Él contestó: «Que es un profeta.» Le replicaron: «Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?»  Y lo expulsaron.  Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: «¿Crees tú en el Hijo del hombre?»  Él contestó: «¿Y quién es, Señor, para que crea en él?»  Jesús le dijo: «Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.»  Él dijo: «Creo, Señor.» Y se postró ante él.

Oración para el segundo día de la Novena


Cual rutilante Aurora
Eres nacida,
Y al Universo diste
La paz cumplida:
Haced, Divina Madre
De los Remedios,
Que la fatal discordia
Huya al infierno
Salve, María 
De este Pueblo Patrona
Esclarecida


La Natividad de María Santísima exaltada sobre el coro de los Arcángeles


Piadosísima Señor y Madre nuestra, Reina Soberana de los Arcángeles, y como tal ensalzada sobre el Coro de ellos, en premio de aquella entrañable misericordia, que desde el oriente hermoso de tu nacimiento dichoso te empleaste en el Remedio de las miserias y necesidades del linaje humano, por estas entrañas de piedad y de verdadera misericordia, humildemente te rogamos, nos alcances de tu Hijo Santísimo un corazón piadoso y misericordioso para con nuestros hermanos los pobres y para con nosotros mismos en el conocimiento de nuestra bajeza, remediando nuestros locos desvanecimientos, y que nos gloriemos solamente de ser hijos de tan Divina Madre, para que así en compañía de los Santos Arcángeles te alabemos y glorifiquemos por todos los siglos de los siglos. 
Amén.


TERCERA ORACIÓN


(Para todos los días)

Soberana Emperatriz de los Cielos, alegría y recreo de sus Cortesanos, Señora de las Jerarquías Angélicas, Cielo del Cielo, animado Trono, Templo y Sagrario vivo de la Santísima Trinidad, Altar excelso del refugio humano, Tesorera del poder Divino, Mar de todas las gracias, Río de las piedades y misericordias, Pozos de aguas vivas, Fuente señalada y sellada de todos los Remedios, Iris de las iras de Dios, Cándida Paloma que trajiste al Arca de tu Iglesia la mejor oliva de la paz, Nave del Mercader Divino que desde las alturas del cielo condujiste al Mundo el Pan de los Ángeles para que lo comieran los hombres, alivio de los necesitados, consuelo de los afligidos, salud de los enfermos, estrella fija de los que navegan, guía segura de los que caminan, y en una palabra, Madre de Dios y Madre de tu Pueblo, fiel remedio y medicina de todos los males: por aquella gracia con que tuviste nueve meses al Verbo Divino encerrado en tu virginal vientre, y por aquella gloria con que fuiste recibida en el Cielo de tu Hijo Santísimo, festejada y celebrada y aplaudida de los nueve Coros, de sus santos Príncipes, tus nobles vasallos, y exaltada sobre todos ellos al Reino Celestial: a ti, Señora, Madre misericordiosísima, al ti clamamos tus humildes hijos, principalmente por la exaltación y extensión del Nombre de Jesús y de su Iglesia, por la salud, acierto y felicidad de la Cabeza visible de ella el Sumo Pontífice, de nuestro Prelado Ilustrísimo, de tus sacerdotes y ministros.  A ti suspiramos tristes y afligidos, consoladora y remediadora del mundo, por el remedio, consuelo y alivio de todas nuestras tribulaciones y necesidades, especialmente aquellas que nos obligan más para los ruegos, clamores y súplicas de esta novena, si ha de ser para honra y gloria de Dios y bien de nuestras almas. 
 
AMÉN.

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